Y llegué a los 50 donde además de mis arrugas, las canas y uno que otro achaque, ahora también me llaman Sugar Daddy, pero por favor, soy más que un tipo con cara de dólar.Al llegar a mi edad ya con más de 50 años de experiencia en el amor, las relaciones afectivas, la cama y mi dinero, me encanta ver cómo al entrar a un bar u antro comienzo a ver las miradas, algunos dedos señalándome, grupos de jóvenes hablando sobre mí dónde quizá, yo sea la apuesta o el premio.

Puedo seguir en ese bar y comenzarán a acercarse con cualquier pretexto, incluso, fingir una caída, un rose o un tropezón para comenzar con una plática por demás absurda. El último tipo que recuerdo era bastante guapo, con un cuerpo muy trabajado y una plática que me sorprendió, quizá por un momento dudé de mi teoría anterior y me dejé llevar por la ilusión del momento. Intenté invitar el primer trago y no me lo permitió, él lo invitó, y claro, seguía llamando más atención. Hablamos de todos temas y aportaba siempre, lo cual me sorprendía cada vez más. Pasaron horas hasta que cerraron el antro y más que emocionado creí que este chico era distinto a los que anteriormente había conocido. Error pues justo en ese momento me dijo: ¿Vamos a tu hotel o a mi sitio? Mi tarifa es..., y tengo terminal por si no tienes efectivo. Siendo gay y llegar a esta edad son algo complicadas la relaciones pues creen que un tipo de cierta edad debe pagar por compañía, y el peor de los casos, mantener a la compañía. A mi edad los antros o bares para personas adultas son espacios donde lo único que falta es entrar en silla de ruedas, pues desde la música ya están determinando a la melancolía, el nombre de los tragos como “el sugar daddy” ya te indica que eres uno más de ese clan, te ponen a meseros que tienen cara de inocente como si tener más de 50 te convierte en un extraño. A lo largo de mi vida trabajé para poder disfrutar los beneficios, tuve relaciones duraderas y bonitas, pero hay ciclos que se deben cerrar para dar paso a la madurez y tomar las cosas con menos ligereza. Creí que encontraría a un compañero de vida para que el día de hoy, quizá no escriba desde un sitio solo, con un trago, mirando pasar a los verdaderos “sugar” de la mano con su “inocente” por las calles, o buscando un lugar de reinas, quizá podría ser ese que lleva de compras a su “sugar babe” a las boutiques, a las plazas comerciales, por complacer comeríamos en los mejores restaurantes y nos iríamos de viaje para mirar sus publicaciones en todos los lugares antes mencionados diciendo: ¿Podrás? ¡jamás!, ¡la que soporte!, la que puede, entre otras frases que “las empoderan”, ah, pero el “sugar daddy” jamás saldría en esos post. Como ese compañero de vida no ha llegado, seguiré disfrutando de mi trabajo, mi dinero, mis viajes y todo aquello por lo que luché y el día de hoy tengo para que jamás tenga que decir: ¿Podrás? ¡Jamás!