Relatividad: Uno es todo, todo es uno

Imaginemos el tiempo como un río que no fluye, sino que se expande en todas direcciones. Einstein nos enseñó que cada uno navega en un barco distinto: para algunos, el agua corre veloz; para otros, es un estanque quieto. Así es la vida misma; Mientras tú lees esto, alguien llora a un ser amado en Caracas; y en Madrid, una madre recibe a su recién nacido. Ambos instantes coexisten, separados por montañas que nos dan la ilusión de la inexistencia.
La física sueña con una ecuación que una lo infinitamente pequeño y lo cósmico, “la teoría del todo” pero ¿y si el verdadero todo ya existe en nuestras contradicciones?
La película Todo, en todas partes, al mismo tiempo convierte el multiverso en un espejo roto: cada fragmento refleja versiones de Evelyn que gritan, aman o se desvanecen en bageles nihilistas. Una recomendada película posmoderna, que nos muestra como somos colecciones de decisiones no tomadas, caminos que se bifurcan en silencio. El problema del posmoderno, así como lo muestra la película, es que se encuentra huérfano en un mar de historias que cree deberían ser contadas por él; pero lo que no nos muestra el individuo, lo muestra el colectivo.
Nuestra incapacidad para ver las realidades paralelas no las hace menos reales. Un taxista de tu ciudad cruzó un alto, en otra calle, un niño abraza a su mamá saliendo de la escuela.
Las conclusiones a posibles actos que no cometimos, ese “Te amo” que nunca salió de tu boca, alguien más lo dijo. El colectivo ha experimentado todas las posibles reacciones a esas palabras, la reciprocidad, el rechazo, la indiferencia. Me pregunto si esta verdad nos resulta abrumadora y por eso la ignoramos, así como decidimos ignorar que algún día ya no estaremos en vida. Sabemos que va a pasar, sabemos que un día el tren va a parar y nosotros bajaremos.
La muerte y el nacimiento son estaciones del mismo tren, pero viajamos en vagones distintos, “ciegos” a los pasajeros que van junto a nosotros. Tal vez lo ignoramos para resistir, para no rendirnos como Joy, ahogándonos en la nada de un bagel nihilista. Lo hacemos para abrazar el caos. Cada uno haciéndolo de manera distinta, pero nadie podría negar que es una lucha contra la entropía.
No necesitamos ser físicos para sentir que vivimos en la teoría del todo. Tejemos redes invisibles, cada acto que realizamos forja la realidad de todo. La relatividad nos hace extraños y cómplices (Excepto en la moral, afortunadamente), náufragos de un océano donde cada uno es una gota de agua… pero ¿Qué es un océano, sino una multitud de gotas?.