Puerto Vallarta, una pequeña ciudad asentada en el Pacífico Mexicano, un rincón escondido en medio de la Bahía de Banderas, con una historia marcada por el esfuerzo y el tesón de sus habitantes. Sus calles empedradas y fachadas coloridas son el símbolo de las tradiciones inherentes en la esencia del vallartense, y además sirven de escenario a una comunidad palpitante que hace vibrar la ciudad por el día, y se convierten en testigos silentes en medio de la algarabía que sacude las noches. Un recorrido por sus calles es garantía de descubrir algo nuevo siempre. Quienes llegan a Puerto Vallarta, por carretera o en avión comienzan una aventura desde el primer momento, el recorrido atraviesa la Marina, el lugar donde una imponente vista nos recuerda de dónde venimos, pero sobretodo sus calles reflejan el desespero por crecer, como el niño que quiere ser adulto rápido, continuamos a través del Boulevard Francisco Medina Ascencio, que recorre toda la ciudad, pasando por la Terminal Marítima, el lugar al que llegan y salen los cruceros, la Zona Hotelera Norte, y continuar por un hermoso camino hasta llegar al Centro y Malecón para ver la tradicional Plaza de Armas, Ayuntamiento y la Parroquia de Nuestra Señora de Guadalupe, donde el encanto colonial de sus edificios contrastan con la modernidad al atravesar el puente del río Cuale para llegar a Olas Altas, donde la vida transcurre en medio de fiesta, alegría y olor a playa con la sensación de la arena en tus pies. El color turquesa se mezcla con tonos esmeraldas y azules para recorrer la carretera que sale de la ciudad y deja expuestos acantilados y mucha naturaleza en medio de la montaña. Al llegar a Mismaloya se puede ver la tranquilidad de la pequeña localidad, y disfrutar de un escenario que puso en el foco internacional a nuestra ciudad. Seguir en el camino y pasar por el Jardín Botánico, mirar por el retrovisor y sentir que una parte de tu corazón se queda enamorado de la magia de Puerto Vallarta a donde siempre regresarás